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    bakovic

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    Florielle INiños corrían de acá para allá, sosteniendo muñecos de madera. Algunos estaban decorados con detalles de tela y pintura, procurando reflejar la personalidad de quien le portaba; otras, luciendo más delicadas que las primeras, habían sido talladas y cubiertas con una fina capa de barniz que manchaba los dedos. Ancianos rodeaban la gran hoguera puesta en la plaza de la ciudad, entonando melodías que hacían bailar a los más jóvenes. Hombres, vestidos con prendas nuevas, acompañaban con sus instrumentos mientras las mujeres expulsaban las últimas motas de polvo fuera de sus casas para luego posar un muérdago en la entrada.

    Florian Vogel desconocía si alguna vez presenció un escenario tan festivo como aquel: las carcajadas abundaban entre sus labios, especialmente en esas pausas que precedían a la siguiente melodía. Sus dedos pedían un descanso tras estar toda la tarde paseándose entre las tensas cuerdas de su guitarra y, más pronto que tarde, las miradas que le dedicaba al joven vampiro con la nariz enterrada en cuadernillos de contabilidad ya no eran suficientes para controlar la eterna necesidad de cercanía. Suspiró, desentendiéndose apenas un instante del creciente berrinche para enfocarse en los delicados rasgos de su amado.

    Había ojeras bajo esos ojos bicolores, un ceño fruncido y maldiciones entre sus dientes que —más que arruinar su belleza— le apropiaba del aspecto de un infante que se ha saltado siestas, siendo lo único que le aleja del llanto aquel cuadernillo en el que anotaba con tanta rudeza. Anhelaba rodearle entre sus brazos, enterrar la nariz contra la hendidura de su cuello mientras, susurrando al igual que un mantra, le felicitaba por el esfuerzo puesto en la celebración del solsticio de invierno. Lo merecía. Igualmente, merecía disfrutar —al menos— de uno de los doce días que con tanto cuidado había planificado.

    ¡Si tan sólo pudiese distraerle

    Cerrando los ojos, dejándose guiar por la emoción a flor de piel, rasgueó las cuerdas de la guitarra para luego detener las vibraciones al posar su palma extendida sobre éstas.

    — ¡Bien— dijo, entonces, manteniendo su tonillo animado —, díganme, qué canción tocaremos ahora

    Los ancianos se miraron entre sí, provocándole cierta incomodidad, antes que uno de ellos se atreviese a proferir palabra. Era Aras, antiguo líder de la Orden Lunar:

    — ¿Conoces la de «ve a informarle al mocoso— señaló a Gabrielle —que es tiempo de un relevo» Creo que se volverá tu favorita.

    — ¿Eh... — Florian pestañeó, incrédulo —.Disculpe, creo que...

    —Muchacho, si sigo viendo tu cara de perro abandonado acabaré perdiendo el ojo que me queda. Prefiero que eso no ocurra. Además— chasqueó la lengua —, creo que todos los presentes concordamos en que ya es hora de dejar que el mocoso viva la juventud que le queda antes de asfixiarlo con temas de corona.

    — ¡Pero... — Tartamudeó, ruborizándose.

    —No me hagas repetirme.

    El trovador abrió la boca mas la cerró, de inmediato. Tenía razón. Por lo mismo, entregándole su guitarra a uno de los presentes, decidió acercarse a donde su novio se encontraba. Nada más llegar, fue golpeado por uno de los sonidos que enloquecían su corazón: Gabrielle estaba gruñendo en vladmirio antiguo.

    Ah, ¿había algo mejor que su novio hablando su lengua materna Usando esa vocecilla usualmente tranquila y aterciopelada para desquitarse en una variante ronca que invocaba la memoria de noches sin descanso, y amor a la luz de las velas.

    Desafortunadamente, aquella oda para sus sentidos se silenció, regresando al familiar terciopelo:

    — ¿Amado mío...

    —Por favor, ignora mi presencia: sigue insultando al libro.

    Una petición que a otros oídos podría resultar incoherente pero que, a los de Gabrielle Beaumont, no eran más que una reafirmación del amor incondicional que el trovador no dejaba de profesarle. Ergo: dejó que una risilla acudiese a sus labios en lo que, suavemente, le golpeaba con la pluma en su mano.

    —Sabes que no puedes distraerme mientras estoy trabajando, ¿no

    Las manos del trovador se acomodaron en la cintura del vampiro, amenazando con atraerle hasta su pecho mas optando por reacomodarse a espaldas de éste, abrazándole mientras depositaba cortos besos sobre su hombro. Así, podría mimarle y dejarle hacer.

    —He sido niño bueno todos estos días— refunfuñó, caprichoso. Gabrielle estuvo a punto de replicar mas Florian se adelantó —: pero, si sirve para aminorar mi futuro castigo, no vengo como quien te necesita con suma desesperación. ¡Por supuesto que no Estoy siendo un mensajero, más bien.

    Gabrielle sonrió, anotando algo más en la lista. Dos poinsettias.

    — ¿Y qué mensaje tienes para mí, amada primavera mía

    Florian fingió duda, apresando una pequeña porción de pálida piel entre sus labios y presionando hasta creer dejar una marca. Distanció la cabeza para observar su obra maestra.

    —Son tres mensajes, mi cuchurrumín. El primero, obviamente, dicta que te amo más de lo que te amaba ayer. El segundo me recuerda que debo halagarte por tu asombroso trabajo mientras que el tercero, el único que no es personal sino de los ancianos en la hoguera, demanda que releves tu puesto.

    La pluma dejó de moverse al anunciarse la demanda colectiva. Lapislázuli y dorado buscaron esos ojos carmesíes, indecisos.

    — ¿Crees que mi trabajo fue asombroso, de verdad

    Florian besó su frente, la punta de su nariz y sus labios. Estrechó esa delicada figura entre sus brazos. Luego asintió.

    —Hay bebida y comida para todos, los niños juegan en calma y— sinceramente —creo que es la primera vez que veo a ciertas personas divirtiéndose sin pensar en el mañana. Los conectaste, llevaste sus mentes de regreso a días placenteros. ¿Acaso, no dice ello que tu planificación ha sido excelente

    El vampiro se encogió de hombros, bajando la mirada. Entre ellos, no era un secreto que Gabrielle podía ser torpe a la hora de leer el ambiente. Por ello, el trovador posó un dedo en barbilla ajena, alzando su rostro.

    —Pregunta— le animó.

    —Dices que lo hago bien pero, entonces, ¿por qué van a relevarme

    —Porque es importante que compartas con los demás, también.

    —Es más importante que lleve el conteo de todo lo que sacamos de la naturaleza: si las cuentas están mal, para los días de verano, y regresamos menos de lo que tomamos, los dioses nos castigarán— se llevó una mano a la sien, masajeándola al exhalar con pesadez —.No quiero más castigos divinos, ya he tenido suficiente.

    Florian entendía a lo que se refería, para su desdicha.

    —En ese caso, ¿qué tal si hacemos un trato

    — ¿Qué trato — Cuestionó, retomando su labor.

    —La deuda que tengas con la naturaleza, al llegar el solsticio de verano, la pagaré dos veces.

    —No malcríes a los dioses, puede salir mal.

    Florian rió, llenando el rostro de su novio de besos.

    —No los malcrío a ellos sino a ti. ¿Qué dices, entonces ¿Aceptas

    — ¿Siquiera sabes de dónde sacar más de cincuenta muérdagos

    Extendió la diestra frente al campo visual del vampiro, estrujándole con el brazo que permanecía rodeando su cintura, apareciendo una rama de la planta mencionada.

    —Sencillo, ¿no crees

    Gabrielle arrugó el ceño.

    —No abusaré de tu magia por un capricho.

    — ¡No es un abuso Yo, quiero hacerlo.

    Prensó los labios, contemplando esos ojos color cereza.

    — ¿Y si sales lastimado...

    El trovador enterró la nariz entre sus oscuros cabellos, suspirando. Una sonrisa traviesa se asomaba en sus labios, pese a todo.

    —Sé que cuidarás bien de mí.

    — ¡Florian

    — ¡Es una broma — se apuró a decir, transformando el muérdago en una perfecta poinsettia. Con delicadeza, la posó tras oreja ajena —.Prometo que nada malo me ocurrirá. Solo será...— balanceó la cabeza —una hora de sana diversión.

    — ¿Solo una hora

    Florian le ofreció el meñique, Gabrielle lo envolvió con el suyo.

    —Solo una hora.



    Para cuando la hora se cumplió, tanto humanos como espíritus estaban tan emocionados con ayudar en el conteo que el príncipe no tuvo el corazón para quitarles su nueva entretención. Cada tanto, revisaba que la persona en turno tuviese un vaso de bebida y alimento, además de ninguna incomodidad. Florian le acompañaba, sonrojando a todo aquel que se percataba en la mueca de orgullo que adornaba sus facciones al oír a su novio hablar.

    Sinceramente, ¿alguien dudaba que fueran el uno para el otro

    Acabaron sentados a un par de metros de la hoguera, mimándose. Gabrielle se encontraba recostado entre las piernas de Florian, con la cabeza apoyada sobre su hombro. Las manos del trovador, derecha entrelazada a la de su novio mientras izquierda estaba sobre esos oscuros cabellos, adormecían al príncipe con roces que le recordaban al tacto de un pétalo. No queriendo quedar atrás, Gabrielle dibujaba perezosos círculos en la pierna extendida de su novio a la par que, con ayuda de un lento pulgar, recorría las líneas de su palma con la uña.

    — ¿Te divertiste — El vampiro asintió, cerrando los ojos —. ¿Estás más tranquilo, ahora que entiendes que puedes delegar pequeñas tareas a los demás

    Silencio.

    — ¿Gabrielle...

    —El solsticio de invierno significa el renacer del sol y envejecimiento de la luna, ¿sabes

    —Explícate.

    —Creo que— se detuvo, observando a ambos lados con cierto temor —es hora de que la monarquía absoluta acabe. Aquí, al menos. Quinientos años sin un rey al mando debería ser suficiente para que el pueblo vea que puede controlar sus propias vidas. Pero, decidieron estancarse en una ideología que ya no necesitan. Desconozco de razones, sólo sé que...

    —Hazlo.

    — ¿Sería lo prudente...

    —Gabrielle— llamó, acomodándole entre sus brazos para verle, esbozando una sonrisa que destilaba seguridad —, llevan años entrenándote para asumir el gobierno de Nevicata, ¿correcto Conoces estas tierras, a su gente y asuntos internos, como la palma de tu mano.

    — ¿Eso creo

    —Entonces, estoy seguro que no existe persona más capacitada que tú para dictar qué es lo conveniente para esta gente. Eres capaz. Estudia bien las opciones y haz un proyecto que sea satisfactorio, tanto para ti como para ellos. Lo aceptarán, te apoyarán. Y— enterró la nariz contra uno de sus pómulos, besando la piel que había quedado al alcance de sus labios —prometo estar ahí, escuchando cada uno de los borradores hasta que encuentres el perfecto.

    La sonrisa volvió a labios de vampiro, acurrucándose contra el trovador.

    —Bien, está decidido— pausó, nuevamente —.Pero, ¿qué tan mal rey soy por esperar a acabar las fiestas del solsticio para comenzar a planificar Mañana es el gran banquete y tendré poco tiempo para sentarme a redactar algo. Y hoy... — tímido, alzó la mirada y depositó un casto beso en su mejilla —, hoy, no quiero apartarme de ti.

    Nada más debió ser dicho para que el príncipe creyera ver zarandearse una imaginaria cola a las espaldas de su trovador, quien poco tardó en estrujarle sin grandes preocupaciones.

    — ¡Muy bien, entonces: hoy, no tienes permitido alejarte de mí
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