Transferencia de Mana—¿Qué… qué estás haciendo —preguntó sintiendo su corazón palpitar.

El rey sonrió como si lo que estaba a punto de hacer va a darle una victoria importante.

—Recargar mi energía mágica, mestiza.

—Voy a golpearte si te atreves…

—Inténtalo.

Iba a hacerlo, pero Gilgamesh sujetó con fuerza ambas muñecas y ahora la tenía inmovilizada debajo de su cuerpo. Elisa se siente estremecer ante la idea de lo que quiere hacer, ese rey siempre sabía cómo hacer que perdiera la compostura.

Cerró los ojos apretando sus parpados preparada para lo que estaba por venir. Pero Gilgamesh prefirió jugar con ella un rato, como jugar con sus mechones de cabello y deslizar su mano por debajo de su camisa. Ella inmediatamente se puso nerviosa y sintió que ya su juego llegó demasiado lejos.

—Detente… —susurró.

Si reacción le hizo reír y quitó su mano, volvió a sentarse y la miró divertido.

—Parece que nadie a tocado tu cuerpo antes, es así, mestiza tonta

Elisa se reincorporó y lo miró completamente ruborizada.

—¡Qué te importa

—Parece que no llegaste a la última fase con mi otro yo. —Volvió a tomar un mechón de su cabello—. ¡Pero no te preocupes, Mestiza Puedo terminar lo que él empezó…

Ella ahora está roja como un tomate para diversión del rey de Uruk.

—¡¡Gil… voy… a matarte

Ella se abalanzó sobre él con la intención de darle una lección, pero de inmediato notaron que su forma física vuelve a estar inestable. Elisa olvidó todo lo que estaba haciendo y ve su mano, iba a usar su navaja de nuevo pero él la detuvo, la sangre no le daba suficiente mana.

Gilgamesh miró su mano y frunció el ceño. Si ella no iba a tener iniciativa, no tenía otra opción que hacerlo él mismo.

Elisa no pudo hacer nada, él sujetó la parte trasera de su cabeza y la jaló hacia su cuerpo. Dejó caer su navaja de la impresión. Ella apretó sus puños en su ropa y lo dejó continuar al sentir que su servant estaba recuperando de forma más efectiva su energía. Él tuvo que guiarla al darse cuenta de que la chica estaba nerviosa como si fuera otro primer beso.

Se separaron, Elisa estaba aturdida mientras recuperaba el aliento y sintió su mano deslizando sus dedos entre sus cabellos.

—Lo hiciste bien, mestiza.

—Sólo no lo hagas un hábito —respondió ella suspirando y recuperando la compostura.
Gilgamesh levantó una ceja.

—No me digas que no te gustó.